miércoles, 11 de julio de 2012

EL BOSQUE ANIMADO


IV TRAVESÍA DAS FRAGAS DO ALTO EUME

Actividad: IV Travesía das Fragas do Alto Eume
Ruta circular
Longitud: 22 km a pie + 3 km en canoa, aprox.
Tiempo total: 6 horas
Track en wikiloc (ruta íntegramente a pie)
Desnivel acumulado subiendo: 947 metros
Desnivel acumulado bajando: 947 metros
Altitud máxima: 677 msnm
Altitud mínima: 350 msnm
Fecha: 8 de Julio de 2012



Fotos cortesía de A. Couto y O. Pérez

El Caminante es amigo de los aires de soledad que con frecuencia le acompañan en sus rutas montañeras, que habitualmente lleva a cabo en dúos, tríos, o en grupos poco mayores que le permiten disfrutar de las alturas con la sensación de estar un poco perdido en algún remoto confín del mundo, distante de cualquier ajetreo. Es más, a El Caminante le da rabia cada vez que se cruza con otros excursionistas en el campo, una sensación casi comparable a la que siente cuando ve basura tirada en el campo. Percibe que un paisano pastoreando pertenece al paisaje, pero que un urbanita disfrazado con su material técnico no. El Caminante, huelga decirlo, no se mira al espejo cuando hace estas reflexiones.



Con estos antecedentes, no es extraño que El Caminante se apuntase con un cierto recelo a la  IV Travesía das Fragas do Alto Eume, organizada por el  Club Montaña O Caxado, especialmente cuando supo que al cierre de la inscripción a la actividad, más de 270 participantes se habían anotado.



Con la novedad de tomar parte en una caminata organizada, poco después de las nueve de la mañana, El Caminante y los demás echan a andar desde el pabellón municipal de As Pontes de García Rodríguez, al tiempo que arrecia una lluvia fina, pero intensa.



El pelotón atraviesa sin demora las casas del lugar de Cuiña para encarar la dura subida al monte A Carballeira. El terreno, reblandecido por la lluvia, se resiente de las pisadas de tantas botas, de modo que cuando llegan los que van a cola del compacto grupo, entre los que están El Caminante y sus amigos, el espeso barrizal convierte la ascensión en un desafío de fuerza y equilibrio. La vereda apenas permite caminar de dos en fondo, con lo que la salida al campo se ha convertido, hasta este momento, en lo más parecido a participar en la manifestación del Primero de Mayo. Ardua tarea es remontar posiciones, dejando atrás a quienes están menos acostumbrados a caminar o, simplemente, se lo toman con más calma. Del paisaje en este tramo, poco puede decirse, puesto que la niebla envuelve al grupo, aunque da la sensación de ser un monte pelado sin mayor gracia. Es natural que no haya fotos hasta aquí.

Monte atestado, lluvia, nula visibilidad, paisaje aburrido… El Caminante se dice que solo faltaría extraviarse para redondear la jugada, aunque eso se antoja imposible, pienso, pues yendo doscientos y pico en la comitiva no hay más que seguir a los de delante.

¿Perderse? Dicho y hecho. Al coronar la rampa de barro, el recorrido tuerce a la izquierda, proporcionando por una vez, y sin que sirva de precedente, alivio en la firmeza del asfalto. La bruma esconde aerogeneradores que los montañeros no ven hasta que oyen el zumbido de sus aspas, y unos metros a la derecha, se intuye el mojón del vértice geodésico de la cumbre de A Carballeira, a 677 metros de altitud. Y de repente, caminantes en sentido contrario advierten de que la ruta buena quedó atrás, por una pista forestal que debía tomarse en un desvío anterior que la joven encargada de custodiarlo por la organización no atendía con demasiada diligencia.

Establece la Ley de Murphy que todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Lejos de ello, El Caminante percibe que todas las piezas empiezan a encajar cuando, dejando atrás la pista forestal, las marcas azules conducen a una senda que se adentra en la Fraga do Rego da Carballeira. El tiempo mejora, la multitud se disgrega, y el entorno empieza a parecerse a lo que se esperaba a la vista del nombre de la Travesía. 



Fraga es el vocablo que, en gallego, designa al bosque atlántico primario que se conserva ajeno a la acción del hombre. Hoy día solamente se puede encontrar en unos cuantos valles de difícil acceso, siendo su máximo exponente, precisamente, el del Río Eume. El perímetro exterior de carballos (robles) y castiñeiros (castaños) rodea al bosque de ribera, en el que pugnan los ameneiros (alisos), freixos (fresnos), bidueiros (abedules), y otras especies arbóreas.








Los árboles de hoja caduca establecen un entramado frondoso que filtra el escaso sol de estos parajes y preserva la humedad del entorno incluso en período estival. Curiosamente, a ras de suelo la vegetación es menos tupida, con lo que los montañeros pueden caminar por pasillos entre los helechos en los que luces y sombras juegan con las distintas tonalidades de verde.



El humus de la hoja caduca en descomposición proporciona una pisada blanda y confortable en el tramo de bajada que tras un repecho conduce hacia la aldea de Vacariza.



Un poco más adelante, en O Caneiro de Abaixo, la organización ha fijado el primer punto de avituallamiento y control, que ofrece agua, fruta y conversación a los que participan en la Travesía. Todavía hay humor para hacerse una foto de grupo. 



Retomada la ruta tras un breve alto, el itinerario previsto se aproxima, por fin, a la orilla del Río Eume, cuyas aguas bajan revueltas en este punto. 





El Club Montaña O Caxado ha realizado una magnífica labor de señalización que nos orienta en pleno laberinto vegetal.



Wenceslao Fernández Flores situó la acción de El Bosque Animado en la Fraga de Cecebre, cerca de La Coruña, pero bien pudo haberse inspirado en estas fragas que la excursión atraviesa. Casi espera uno encontrarse, al otro lado del puente, el alma en pena de Fiz de Cotovelo, pidiendo al senderista que haga por él la peregrinación a San Andrés de Teixido que dejó de hacer en vida. Es el puente de Illade, en cierto modo, un alma en pena, puesto que no cruza ningún río bajo su arco. Fue trasladado piedra a piedra desde su emplazamiento original hasta el área recreativa de Os Caneiros cuando el valle donde se asentaba fue engullido por la explotación de la mina de carbón a cielo abierto, a pocos kilómetros de aquí. Hoy, el puente ha sido vengado, y la enorme abertura dejada por la mina ha sido sepultada bajo las aguas, dando lugar al mayor lago artificial de España.




El trayecto desde A Carballeira hasta Os Caneiros, casi siempre descendiente, ha sido poco exigente, y nada hace presagiar que los más duro está por llegar. El recorrido propuesto por el Club O Caxado remonta ahora el Rego do Campo da Meda, que encierra en un corto ascenso la esencia del humedal atlántico.





En la subida, el barro pisado tupe las suelas de las botas haciendo ineficaz su diseño y dejándolas sin agarre, convirtiendo de ese modo la ladera en una pista de patinaje y exigiendo para cada paso un esfuerzo titánico. Una y otra vez, hay que cruzar el regato, jugándose el tipo y el orgullo en comprometidos apoyos en rocas tapizadas de musgo.






Una considerable cascada ofrece una de las estampas más fotogénicas del día, preludio del tramo más exigente, en el que unos y otros pugnan por no deslizarse ladera abajo. Los resbalones son inevitables, y el barro empieza a manchar manos y pantalones.







Cada cual adapta el ritmo a sus posibilidades, y así, de uno en uno, cada obstáculo va siendo superado.



Cada poco, los amigos se reúnen para recobrar el aliento comentando el último traspiés. En una de estas, el más rezagado no llega. Pasan los minutos, y no aparece. Otros participantes en la travesía confirman los temores y dan cuenta de que está lesionado algo más abajo.

Dos de los compañeros bajan a ayudarle, y cuando le alcanzan ya está siendo socorrido por otras varias personas, que una vez más muestran la solidaridad que con frecuencia caracteriza la actividad de montaña. Mención aparte merecen el más veterano, quien ya ha cedido su cayado al necesitado, y el “grupo escoba” de la organización, que tutela el buen discurrir de la marcha y le brinda asistencia al amparo de conocimientos ancestrales, como el potencial antiinflamatorio del agua fría del riachuelo. La lesión no es grave, pero el terreno escarpado impide aupar o siquiera servir de apoyo al lesionado, quien debe culminar el ascenso por sus propios medios y sin forzar el ritmo.

En el segundo punto de control y avituallamiento, situado en el alto de Campo da Meda, quien sufrió el percance debe abandonar la caminata, y sus compañeros se marchan debatiendo entre ellos si este episodio apagará el entusiasmo con el que unas horas antes iniciaba su primera aventura en la montaña. Seguro que no.



Desde el Campo da Meda, el camino inicia su descenso por la Fraga de Lostegal, que otra vez más demuestra cómo eran los montes gallegos antes que el humano optase por las plantaciones madereras “rápidas”, como el pino y el eucalipto, que colonizaron casi todo el litoral galaico.



La bajada serpentea de nuevo hacia el Eume, que ahora se ensancha formando el Embalse da Ribeira. La nubes se disipan y amenaza con salir el sol. El camino ahora bordea el Embalse, y ofrece la espectacular estampa de las fragas en toda su extensión.






Con la fatiga en el cuerpo, se alcanza el embarcadero de Malvís, donde se encuentra el tercer y último control y avituallamiento. Precisamente, el bandido Fendetestas, personaje de El Bosque Animado, se llamaba Xan de Malvís, quién sabe si Don Wenceslao no anduvo por estas fragas antes de escribir su novela.



Y para acabar de hacer el indio, qué mejor que embarcarse en las canoas biplaza dispuestas por el club organizador de la Travesía. 



Una breve explicación imprescindible para neófitos precede a la inquietud de verse en medio del embalse con el cuerpo dolorido, pugnando por encontrar una posición que resulte soportable a bordo del plátano flotante que nos han asignado. Es cierto eso que dicen de que uno se acostumbra a todo, (a la fuerza ahorcan) puesto que al cabo de unos minutos la postura que parecía inaguantable se torna llevadera, y así, entre bromas acerca de quién rema peor y con el culo en remojo, los montañeros alcanzan tras su errática singladura el pantalán de la presa y desembarcan, en general con estilo poco decoroso, de las canoas.




Después de la navegación sólo resta la bajada al punto de inicio que, cuesta abajo y sin mochila, se hace relajadamente y sirve para hacer balance de una jornada que, si bien empezó gris y adversa, ha resultado satisfactoria. La visión de las chimeneas de la central térmica anticipa, tristemente, el regreso a la civilización.

Se cierra la jornada con un reconfortante condumio preparado por los organizadores, que en breve difumina la sensación de fatiga. En fraternal ambiente, la comida culmina con el requesón característico de A Capela, elaborado pocos kilómetros más abajo en el mismo valle del Eume, acompañado de rica miel.



Reflexiona El Caminante que, después de todo, ha sido una grata experiencia caminar en compañía, no solamente de sus amigos, sino de otros muchos desconocidos, y especialmente de quienes han sacrificado parte de su tiempo y esfuerzo en organizar con mimo esta Travesía, mostrando a los caminantes rincones desconocidos para casi todos, de aquéllos que transportan al excursionista a una época en la que, dicen, una ardilla podía trasladarse desde Gibraltar al Pirineo sin pisar el suelo, simplemente saltando de rama en rama.

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